jueves, 23 de junio de 2011

LA EDUCACION DE LA NOBLEZA (Azucena y Yara)


REYES, NOBLES Y SACERDOTES SON UNA CORRUPTA CONFEDERACIÓN QUE CONSPIRAN CONTRA LA FELICIDAD DEL PUEBLO 
Si todos los soberanos de Europa se pusiesen a trabajar para conseguir que las mentes de sus súbditos se emanciparan de su ignorancia presente y de sus prejuicios, y esto con tanto celo como se esfuerzan actualmente en lo contrario, no bastarían mil años para situarlos sobre ese alto lugar hacia el que parte ahora nuestro pueblo llano.
Nuestro país no podría haberse colocado tan rectamente bajo el control del sentido común del pueblo si no se hubiese separado del tronco paterno, manteniéndose a salvo de su contaminación y de la de los otros pueblos del Viejo Mundo gracias a la intervención de un océano tan ancho. Para saber el valor de esto hace falta ver su ausencia en este país.
Creo que el proyecto de ley más importante con mucho de todo nuestro código es el referente a la difusión del conocimiento popular. No puede hallarse otro fundamento seguro para la preservación de la libertad y la felicidad.
Si alguien piensa que reyes, nobles o sacerdotes son buenos preservadores de la felicidad pública, que le manden aquí. Es la mejor escuela del universo para curarle de ese delirio. Aquí verá con sus propios ojos que esa suerte de hombres son una corrupta confederación que conspira contra la felicidad de la masa popular.
La omnipotencia de sus efectos no puede encontrar mejor prueba que este país en particular, pues a pesar de tener el mejor suelo de la tierra, el más agradable clima bajo el cielo, y el pueblo de carácter más benevolente, jovial y amable posible en la forma humana, a pesar -repito- de poseer tantas bendiciones de la naturaleza, se ve cargado de miseria por obra única y exclusiva de reyes, nobles y sacerdotes.

PREDICAD UNA CRUZADA CONTRA LA IGNORANCIA Y EDUCAD AL PUEBLO COMÚN
Predicad, querido señor, una cruzada contra la ignorancia, promulgad y mejorad la ley para educar al pueblo común. Que sepan nuestros conciudadanos que sólo el pueblo puede protegernos de esos males, y que el impuesto pagado en tal concepto no llegará a la milésima parte del que se pagaría a reyes, sacerdotes y nobles, que se alzarán de entre nosotros si dejamos al pueblo sumido en la ignorancia.
Creo que el pueblo inglés está menos oprimido que éste [Francia]. Pero basta un solo ojo para ver, estando entre ellos, que en sus disposiciones se ha depositado la base para el establecimiento de un despotismo. La nobleza, la opulencia y la pompa son los objetos de su admiración.
No son en modo alguno el pueblo de mente abierta que se supone. Sus hombres instruidos son también escasos en número, y son menos instruidos, e infinitamente menos emancipados de prejuicio, que los de este país [...]. [Carta al Sr. Wythe, uno de los más celebrados juristas de su época, que estudió Derecho con Jefferson y llegó a ser su amigo íntimo. París, 13 de agosto de 1786]
Reconozco que no soy amigo de gobiernos muy enérgicos. Siempre son opresivos. Ciertamente, son también más cómodos para los gobernadores, a expensas del pueblo.
La reciente rebelión de Massachussetts ha provocado más alarma de la que a mi entender merecía. Calculad que una rebelión en trece Estados en el curso de once años correspondería a una por Estado en siglo y medio. Ningún país debería estar tanto tiempo sin una rebelión.

UN PUEBLO INSTRUIDO Y VIRTUOSO ES EL BALUARTE MÁS SEGURO PARA LA LIBERTAD
Y por grande que sea el poder puesto en manos del gobierno, jamás evitará las insurrecciones. En Inglaterra, donde el peso del poder es mayor que entre nosotros, rara vez pasa media docena de años sin que estalle una insurrección. En Francia, donde es aún más pesado, aunque menos despótico, como supone Montesquieu, que en algunos otros países, y donde siempre hay doscientos o trescientos mil hombres para aplastar insurrecciones, han estallado tres en los tres años que llevo aquí, y en cada una había mayor número de implicados que en Massachussetts, y se derramó bastante más sangre. En Turquía, donde una simple inclinación de cabeza del déspota supone la muerte, las insurrecciones son el pan nuestro de cada día. Comparad también las feroces depredaciones a que se libran sus insurgentes con el orden, la moderación y la casi autoextinción de los nuestros.
Y decidme, finalmente, si la paz se preserva mejor dando energía al gobierno o información al pueblo. Esto último es el más seguro y más legítimo mecanismo de gobierno. Educad e informad a la masa del pueblo en su totalidad. Hacedle ver que les interesa preservar la paz y el orden, y los preservarán.
Y para convencerlos de ello no es necesario tampoco un alto grado de educación. El pueblo es el único baluarte seguro para la preservación de nuestra libertad. Después de todo, tengo por principio que prevalezca la voluntad de la mayoría.
Si aprueban la constitución propuesta en todos sus términos, lo aceptaré con optimismo, en la esperanza de que la modificarán cada vez que se aperciban de que no funciona bien. Esta confianza no podrá decepcionarnos mientras seamos virtuosos; y creo que lo seremos mientras la agricultura continúe siendo nuestro principal objetivo, como ocurrirá mientras queden tierras sin propietario en cualquier parte de América.Cuando nos apilemos los unos sobre los otros en grandes ciudades, como en Europa, nos corromperemos tanto como en Europa, y procederemos devorarnos mutuamente, como hacen allí.
LA EDUCACIÓN GENERAL Y LAS REPÚBLICAS MUNICIPALES, PRINCIPALES FUERZAS DE LA DEMOCRACIA
Estoy, ciertamente, convencido de que hay dos grandes medidas sin las cuales ninguna república puede mantenerse vigorosa. 1) La educación general que permita a cada uno juzgar por sí mismo lo que puede garantizar o amenazar su libertad. 2) La división de los condados en distritos de una extensión que permita el acceso de todos los niños a una escuela central.
Pero esta división conduce a muchas otras disposiciones fundamentales. Cada distrito, además de una escuela, debería tener un juez de paz, un jefe de policía y un capitán de milicia. Estos funcionarios, u otros del distrito, deberían constituir una corporación que se ocupara de todos sus asuntos, cuidara de sus caminos, de sus pobres, de su seguridad por medio de patrullas, etc. (como los concejales de los ayuntamientos orientales). Cada distrito debería elegir uno o dos jurados que prestaran servicio cuando fuera necesario, y todas las demás elecciones deberían hacerse independientemente en los distritos, y después sumarse los votos de todos los distritos.
Estas pequeñas repúblicas serían la principal fuerza de la grande. Les debemos el vigor que imprimieron a nuestra revolución en sus inicios en los Estados orientales, y gracias a ellas los Estados orientales pudieron levantar el embargo pese a la oposición de los centrales, los meridionales y los occidentales, con su gran división provinciana en condados cuyos habitantes nunca pueden congregarse. Las órdenes generales se imparten desde el centro a los presidentes de cada distrito, como a los sargentos en el ejército, y toda la nación se pone enérgicamente en movimiento, en la misma dirección y como un solo hombre, y es absolutamente irresistible.
Si llegara a verlo lo consideraría el alba de la salvación de la república, y diría, como el anciano Simeón, “ahora, Señor, despides a tu siervo en paz”. Pero nuestros hijos serán tan sabios como nosotros, y establecerán en la plenitud del tiempo lo que ahora no está maduro para establecerse. Así sea, y para vos salud, felicidad y larga vida. [Carta al gobernador John Tyler.

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